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Los somalíes viven una crisis alimentaria crónica

Los somalíes viven una crisis alimentaria crónica
05 de febrero de 2014 - 00:00

Somalia sigue siendo el centro de una de las mayores emergencias humanitarias del mundo, exacerbado por una grave sequía que ha arruinado las cosechas, encarecido los precios de los alimentos y un conflicto armado que ha durado más de dos décadas.

La situación de inseguridad hace más difícil la entrega de ayuda en este país, situado en el llamado Cuerno de África, en el este del continente africano, donde hasta el momento al menos 857.000 personas necesitan asistencia humanitaria urgente por falta de alimentos, según un informe divulgado en Nairobi por la Organización de la ONU para la Alimentación y la Agricultura (FAO).

La cifra incluye unos 203.000 niños menores de cinco años que sufren “malnutrición aguda”, afirma el texto, elaborado por la Unidad de Análisis de Seguridad Alimentaria y Nutrición para Somalia de la FAO (Fsnau) y la Red de Sistemas de Alerta Temprana de Hambruna (Fews Net).

El grupo incluye a “51.000 niños que están gravemente malnutridos y, consecuentemente, afrontan un mayor riesgo de muerte”, señala el documento.

La mayoría de las 857.000 personas citadas anteriormente son desplazados internos, precisa la FAO, al añadir que la seguridad alimentaria de otros 2 millones de personas sigue frágil en Somalia, un país con 10 millones de habitantes.

En cualquier caso, subraya el informe, las lluvias, los bajos precios de los alimentos y la asistencia humanitaria han provocado una significativa reducción de la población que requiere ayuda urgente, que alcanzó el pico de 4 millones de personas durante la hambruna que azotó al país del Cuerno de África en 2011.

Cerca de 260.000 somalíes, más de la mitad menores de cinco años, murieron de hambre entre octubre de 2010 y abril de 2012, informó entonces la FAO, que admitió que su retraso en declarar la situación de hambruna en Somalia en 2011 fue un error que costó más vidas.

La ONG Oxfam Internacional, en su página web, señala que a fines de 2011 se registró un considerable aumento de las lluvias en el país que, junto con la respuesta de ayuda global, trajo algunos signos de mejora. Si bien algunas de las zonas más afectadas de Somalia salieron de la clasificación de zona de hambruna en febrero de 2012, aún se mantienen en niveles de emergencia –ubicándose en la fase 4 de 5 en el sistema utilizado para clasificar a la inseguridad alimentaria- y alrededor de 2,3 millones de somalíes se encuentran aún en crisis.

La situación se agrava ante la incapacidad del Gobierno de Somalia y sus donantes para enfrentar la pobreza crónica del país, la cual ha marginado a personas vulnerables y, sobre todo, ha debilitado su capacidad para lidiar con ella, destaca Oxfam. “Ha habido una falta de inversión en servicios sociales e infraestructura básica, y un vacío de gobernanza. Mientras que, los donantes han reaccionado tarde y con demasiada cautela. La respuesta de donantes internacionales para esta crisis humanitaria ha sido, en general, lenta e inadecuada”, añade. De acuerdo con las cifras de la ONU, se necesitan 1.000 millones de dólares para cubrir las necesidades inmediatas. Hasta 2012, los donantes se habían comprometido con menos de 200 millones, dejando un agujero de 800 millones.

Más allá de la tragedia humana, para la ONU existe una definición técnica de la hambruna: se trata de hambruna cuando la tasa de mortalidad diaria, en una zona específica, es de más de dos adultos o cuatro niños por cada 10.000 habitantes; cuando más de 30% de los niños sufren de desnutrición aguda y cuando la población ingiere menos de las 2.100 kilocalorías recomendadas diariamente.

El conflicto armado
Somalia se encuentra hace más de dos décadas inmersa en un complejo conflicto armado.

Las tropas de la Misión de Unión Africana en Somalia (Amisom), el Ejército somalí y varias milicias pro gubernamentales combaten a Al Shabab, la milicia fundamentalista islámica dominante desde 2006, y que controla amplios territorios del centro y el sur del país.

Somalia vive en un estado de guerra y caos desde 1991, cuando fue derrocado el dictador Mohamed Siad Barré, lo que dejó al país sin un gobierno efectivo y en manos de milicias radicales islámicas, señores de la guerra y bandas de delincuentes armados.

A mediados de enero pasado, el mando de Estados Unidos para África (Africom) desvelaba que una célula de militares estadounidenses se encuentra en Mogadiscio para asesorar a las fuerzas somalíes. En este sentido, el ministro de Defensa local, Abdihakim Haji Fiqi, reconoció que el despliegue “subraya el compromiso de la comunidad internacional (…) para restaurar la paz y la seguridad en el país”.

En octubre de 2013, miembros del Seal team six, la unidad que terminó con la vida de Osama Bin Laden en 2011, llevaban a cabo una misión en la ciudad sureña de Barawe. El objetivo era el arresto de Mohamed Abdikadar “Ikrima”, un ciudadano de origen keniano ligado a los atentados contra las embajadas de Estados Unidos en Kenia y Tanzania de 1998 y quien ya había sobrevivido a un ataque con drone (avión no tripulado) hace dos años.

Sin embargo, tras 15-20 minutos de tiroteos el operativo fue “abortado”. Precisamente la misión fuera de arresto/secuestro del objetivo demuestra las peculiaridades del “trabajo” (la propia Al Shabab asegura que entre los asaltantes se encontraban fuerzas especiales de Turquía y Reino Unido).

Posteriormente, en octubre mismo, las Fuerzas Armadas estadounidenses mataron por lo menos dos supuestos militantes de Al Shabab en Somalia.

Estados Unidos intensificó sus operaciones en el sur de Somalia tras el asalto de septiembre pasado al centro comercial Westgate de Nairobi (Kenia), obra de Al Shabab y en el que murieron 67 personas y unas 200 resultaron heridas.

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