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La artista creó, hace más de tres décadas, el Conservatorio Particular Federico Chopin, el cual dirigió hasta su deceso

Elina Manzano de Félix, la pianista generosa

Elina Manzano de Félix, la pianista generosa
10 de septiembre de 2015 - 00:00 - Alfredo Mora Witt

Solamente tengo fotografías que me permiten ver a Elina Manzano cuando era niña. La imagino feliz, con sus pequeñas manitas sobre un piano, que la acompañó siempre, al igual que a sus cuatro hermanos.

Mimada, de inteligencia precoz, adorada por su padre que, cariñoso con todos, no pudo disimular sus preferencias para su pequeño prodigio, su primogénita.

Así creció: siempre la primera en su clase, siempre la mejor en el arte y, ya en el colegio, su anecdotario junto a su familia era casi siempre el motivo especial en las tertulias y sobremesas que he compartido en estos cuarenta y siete años de conocerlos. Los barrios en que vivieron, las diferentes casas que habitaron y los vecinos y amigos descubiertos en cada nuevo sitio de Guayaquil.

Su destino fue Quito, la Universidad Central, la Escuela de Derecho y un descubrimiento inesperado incluso para ella: el deporte. En el hogar de las madres Bethlemitas hay testimonios del cariño que despertó en esa congregación.

Casada, tuvo que abandonar sus estudios de Derecho sin concluirlos, no así los de piano -cuyo título lo recibió con honores-. La vida le dio tres hijos que hoy la lloran y extrañan: Elinita, eximia pianista como su madre, con estudios musicales en Moscú y considerada por Norka (mi esposa) y por mí como una hija más que siempre nos acompañó a donde nos tocó peregrinar. Más Reynaldo y Jorge, profesionales de gran corazón, que con sus familias, en especial los nietos que le han dado, aún no comprenden qué ha pasado.

La conocí en su casa de Hurtado y Tungurahua, nuestro centro de estudios, allí estuvo siempre con sus hermanos: Norka, pianista y arquitecta; Jorge, maestro nuestro y científico respetado; Sonia, escritora, poeta y música; e Ibsen, médico y pianista. Más sus padres generosos y orgullosos de sus hijos.

Luchadora sin desmayo por la cultura, dedicó casi la vida a los conservatorios: el Neumane y el propio llamado Federico Chopin, de su paso quedan cientos de alumnos agradecidos, que en el sepelio la lloraron entre más de un millar de quienes asistieron a decirle adiós.

Su familia –y la mía- en una demostración infinita de amor la acompañó en su paso final por la sala de cuidados intensivos durante treinta días con sus largas y temidas noches. Nos queda por siempre su generosidad sin límites.

Elina Manzano de Félix representa las virtudes como la entrega y la honradez, el amor al arte y dentro de él a los niños y jóvenes, su vida se resume en eso: un ser humano de un mundo mejor que luchó con un indomable espíritu, que no se amilanó ante las adversidades que se le presentaron y que tenía una inmensa fe en el futuro, que creía firmemente en el arte como una vía hacia espacios superiores del alma.

Nos va a hacer mucha falta, pero le prometemos no olvidarla y contarles a los nietos cómo fue, para que, junto a nuestros hijos que la conocieron y amaron, no la olviden.

Como beneficiario del amor de esa familia (al cual soy recíproco), termino este homenaje con la fe inmensa en la vida y en lo mejor de los seres humanos, que como Elina, nos han hecho nuestros días más llevaderos y felices. (O)

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