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El Telégrafo
Mónica Mancero Acosta

Licencia para matar

15 de septiembre de 2018

Los accidentes de tránsito nos están matando. Los ecuatorianos morimos aplastados entre los fierros retorcidos de los buses y de automóviles, en las carreteras y vías del país. De entre todos nosotros, son los jóvenes entre 18 y 26 años quienes más mueren de forma temprana de esta horrible manera, pues para ellos los accidentes constituyen la primera causa de muerte. El país tiene la tercera tasa más alta de mortalidad en accidentes de tránsito en América Latina, de acuerdo con datos de 2015, seguido solo de Brasil y Bolivia.

La palabra “accidente” denota un carácter fortuito, sin embargo, no lo es, debido a que su persistencia nos da la constante sensación de que el peligro acecha en la carretera y, al salir de casa, no hay la certidumbre de si se va a llegar vivo al destino. El caso de muertes de grupos de familias enteras, amigos, que en la práctica constituyen realmente asesinatos, son innumerables en el país; no son fortuitos porque ya hay una trayectoria de negligencias definida: exceso de velocidad -  a pesar de que muchas veces asustados pasajeros reclaman y prevén lo que puede ocurrir, es la mayor causa de los accidentes-, fallas mecánicas, impericia, uso del celular, entre otros.

Particularmente los choferes de los buses de transporte público son aquellos conductores que parecen suponer que el carnet de conducir que obtuvieron para ejercer su actividad, constituye una verdadera licencia para matar. El nivel de irresponsabilidad es tal que, cada cierto tiempo, debemos lamentar la muerte de decenas de compatriotas, en “accidentes” desastrosos en los que, si no muere el conductor, huye.

Después de cada accidente que conmociona a la sociedad reinician las discusiones sobre reformas a la ley de tránsito; acerca de la necesidad de mayores controles de las instancias especializadas; sobre medidas preventivas como campañas y sensibilización, que se podrían realizar. No obstante, en el próximo gran accidente la historia se repite y parece que nunca aprendemos. (O) 

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